jueves, 30 de junio de 2011

AGUA PARA JUGAR Y JUGAR PARA VIVIR

Modelo Hidráulico del Mundo.

La Ciencia nos enseña que el mundo obedece a reglas que son desentrañables mediante el intelecto humano mediante procesos lógicos de pensamiento. La Ciencia, en este sentido, es la responsable intelectual del mundo que poseemos; de su concepción y desarrollo se deriva la capacidad tecnológica que hoy posee la especie humana y que la acerca al borde del colapso ocasionado por el cambio paulatino de las condiciones para la vida.

 La misma ciencia nos indica que el panorama de tan difícil situación cambiaria si el consumo de bienes y servicios disminuye y por ende la enorme cantidad de basura que genera. La tierra descansaría de producir materias y energía. Haciendo eco de esas posiciones se elevan voces coherentes pero divididas, lejanas una de otra, que se deshacen como la vida en el planeta sin que nuevos oídos y nuevas voces puedan socorrerla. Se admira esas voces por su sacrificado propósito. Sin embargo, el modelo del mundo que adoptamos, en el que el poder del dinero y su mentalidad  bancaria que siempre tiende a favorecer el flujo del capital, la proliferación del consumo y el adormecimiento de las sensibilidad  humana, no se permea del clamor de esos gritos. Solamente los aplaude.

Desde los centros de poder político-económico se manipula a la sociedad para acoja patrones de conducta claros, que después de aprendidos los recuerden fácilmente y los reproduzcan. Para asegurar el resultado en el colectivo los centros de poder, además de sus medios propios, cuentan con los medios masivos de comunicación que mantienen el letargo frente a  la destrucción.

En contexto de emergencia ecológica, para los humanos,  la existencia o escases del agua es el indicador de destrucción o conservación que más nos ataña, sin embargo poco hacemos por  preservarla y menos  por comprender lo que significa para nuestras vidas. A pesar  de la proliferación de campañas, eventos, propagandas,  recomendando el cuidado del planeta, la mayoría de ellas atienden  el asunto desde perspectivas que no superan la coyuntura mediática,  presentan solamente parte del problema y usualmente no son parte de la solución, y a veces, muchos de los que envían esos mensajes no hacen su parte del trabajo. Para atender los problemas del agua no basta con admitir e informar que el agua escasea por situaciones como la superpoblación humana, la desigualdad, la contaminación y la destrucción de las fuentes hídricas. La necesidad actual tiene que ver con la vinculación del agua a  nuestras vidas como el ser vivo y extraordinario, de cuya existencia, dependemos todos los seres de la naturaleza. Ella ha construido el paisaje al que pertenecemos; y las voces de la memoria lo asienten.
El agua labró los mundos con el agua de su sentimiento; palabra absoluta de articulación y destrucción. Los dividió en el mundo de arriba, afuera o del ahora, donde se ubican con diferente jerarquía la tierra, las quebradas, los ríos, el cielo, la luna, las estrellas, los humanos; y el de abajo, adentro o el de siempre, donde se originan los iaias, los espantos peligrosos, el agua primordial, las serpientes madres, la gente animal, la inmortalidad, las ciudades petrificadas y la fuerza que sostiene toda realidad o apariencia. En estas mitades complementarias se desarrolló la efímera vida humana y la larga permanencia de las entidades mágicas. .[1]

La humanidad debe comprender que el agua no es un recurso que pueda reclamar como propio y exclusivo. Una pretensión de ese talante atenta contra la ecología, es inamistosa con los demás seres y formas de vida del entorno y de las lejanas. El agua entrelaza la vida humana con el resto del planeta, el equilibrio o desequilibrio que como raza podamos causar, tarde o temprano afecta a todos. 
Por el contrario establecer una relación con el agua, de ser vivo a ser vivo, debe orientar la conciencia hacia una relación de profunda familiaridad y respeto. Si el agua no es un recurso económico típico que grandes o pequeñas industrias puedan explotar y beneficiarse sin siquiera asegurar la conservación de los ecosistemas que favorecen su presencia, ni de las comunidades humanas que viven en su entorno, tampoco el acceso a ella agua puede ser un derecho con connotaciones jurídicas tradicionales, pues supera el campo de las relaciones que se legislan. A pesar que el agua es imprescindible para el día a día, nuestra especie no debe pretender  adueñarse del agua y decidir su uso y su destino sin oír más voces, en tanto, como ya se dijo, no es exclusiva para los humanos, le compete a la vida entera y como tal el hombre debe trabajar para utilizar el agua y tener derecho a compartirla con todos. Nuevamente se habla de un derecho con una connotación heterodoxa, que ataña a un pacto natural, primordial.   


[1] En ORTÍZ, Alfredo. El agua de los encantos en El devenir de los imaginarios. Memorias del X encuentro de investigadores en Etnoliteratura. Universidad de Nariño, Maestría en Etnoliteratura. Pasto, 2002. Página 197.

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